“En este jardín yo soy el ojo lleno de gozo”…”En mí él mira desde su trono califal hacia la capital y su reino entero”
Tras un proporcionado arco de mocárabes aparece uno de los miradores más bellos y ponderados de los Palacios de la Alhambra: el mirador de Lindaraja. Denominación adaptada al castellano de al-‘Ayn Dar Aisa, los «ojos de la casa de Aisa», pues en época nazarí era una atalaya ante la que se extendía un jardín bajo, abierta al paisaje y a la ciudad.
A lo largo del marco de la ventana principal pueden leerse una serie de poemas que definen muy bien tanto la función del mirador como la posición del que mira:
“En este jardín yo soy el ojo lleno de gozo, y la pupila de este ojo es nuestro señor. – Muhammed V, alabado por su valentía y generosidad, con notable fama y graciosa virtud. – Él es la luna llena en los horizontes del Imperio, sus signos son perennes y su luz es brillante. – En su morada él no es otro que el sol, cuya sombra es beneficiosa. – En mí él mira desde su trono califal hacia la capital y su reino entero.”
Se trata de una habitación emplazada en el Palacio de los Leones y muy cerca del patio del mismo nombre, al que está unido visualmente. El mirador se proyecta, por la variada topografía de la Alhambra, sobre un piso inferior conocido como el Jardín de Lindaraja, del que toma su nombre. En cada uno de los tres lados que van a dar a este jardín se abren las ventanas cuya base llega casi hasta el suelo, pues su función era servir de mirador.
La arquitectura y diseño
La armadura apeinazada del Mirador de Lindaraja fue construida bajo el segundo reinado de Muhammad V en el año 1380. Realizada en madera de pino está formada por más de 90 tipos de peinazos diferentes, que ensamblados forman una estructura autoportante a modo de artesa invertida.
Su diseño sigue un trazado puramente geométrico de octógonos regulares e irregulares. La novedad de esta armadura radica en la presencia de vidrios de colores recortados (azul, celeste, naranja, blanco, rojo y verde) en lugar de zafates de madera encajados en el reverso.
Los peinazos son piezas de madera que cumplen una doble función: constructiva y decorativa.
Están policromados en rojo, negro, blanco y azul, y decorados con gramiles, finos surcos trazados en la superficie vista de la madera.
Disfrutaremos de estos miradores de la Alhambra al igual que ilustres escritores como Washington Irving
Al que en sus Cuentos de la Alhambra (1829) se le desbocaba así la imaginación al describir la zona del palacio que acabamos de analizar:
“La parte superior está adornada con delicados trajes en estuco, inventados en Damasco, y consisten en grandes placas vaciadas a molde y artificiosamente unidas, de tal modo, que parecen haber sido caprichosamente modeladas a mano en medio relieve, y elegantes arabescos entremezclados con textos del Corán y poéticas inscripciones en caracteres árabes y cúficos. Estos adornos de las paredes y cúpulas están ricamente dorados, y los intersticios pintados con lapislázuli y otros brillantes y persistentes colores.
En cada lado de la sala hay departamentos para las otomanas y los lechos, y, encima de un pórtico interior, un balcón que comunica con el departamento de las mujeres. Existen todavía las celosías, desde donde las beldades de los ojos negros del harén podían mirar sin ser vistas los festines de la sala de abajo.
Es imposible el contemplar este departamento, que fue en otro tiempo la mansión favorita de los placeres orientales, sin sentir los primitivos recuerdos de la historia árabe y casi esperando ver el blanco brazo de alguna misteriosa princesa haciendo señas desde el balcón o algunos ojos negros brillando por detrás de la celosía. La morada de la belleza está allí, como si hubiese estado habitada recientemente; pero ¿dónde están las Zoraydas y Lindarajas?”
De la novela de Washigton Irving: ‘Cuentos de la Alhambra’
FUENTE: Patronato de la Alhambra, rutacultural